Estamos entrando ya en el sexto mes desde que los estados de emergencia sanitaria fueron declarados -escalonadamente- en los países de nuestro continente, y muchas personas tienen la impresión de que aún estamos lejos siquiera de “aplanar la curva” de contagios y decesos a causa del COVID-19.
Las medidas más radicales tomadas inicialmente -correctas y apropiadas para el primer mundo- se revelaron pronto equívocas e imposibles de implementar en un continente donde campea la informalidad en el mundo del trabajo, los sistemas de salud son anacrónicos e insuficientes, la vivienda es precaria para la mayor parte de familias, los medios de producción están concentrados en manos de una minoría, las cadenas de distribución de alimentos, medicinas y servicios básicos están en función de los intereses del mercado y no de las necesidades de las mayorías empobrecidas, etc. Los medios masivos de transporte, los lugares de acopio y venta de productos básicos y los centros hospitalarios se han convertido en peligrosos focos de expansión del virus. Con la flexibilización de las medidas -forzada, entre otros factores, por intereses económicos y comerciales-, el espíritu de las personas, grupos y comunidades se ha relajado y, ahora, los contagios debidos a reuniones familiares y encuentros sociales son, también, una de las primeras causas de expansión de la pandemia. Entre tanto, la perspectiva de contar con una vacuna se demora y las posibilidades de que nuestros países cuenten con lotes de cualidad y cantidad suficiente son lejanas.
En medio de este desolador panorama, la revista AURORA, en su octavo número, ofrece una serie de contribuciones que apuntan fundamentalmente al mundo del sentido. ¿Cómo estamos lidiando con esta realidad natural, sin desconocer el trasfondo social de sus causas y sus consecuencias? ¿Cómo dejar de ser insensibles al dolor de las multitudes que lloran a sus muertos? ¿Cómo reconstruir relaciones entre personas, grupos, generaciones, naciones, etc., con la conciencia de que todo está interconectado? ¿Qué aportes hacen en un tiempo como este los resortes espirituales que fundan y animan la acción de los jesuitas? Frente a estas realidades tanto naturales como sociales ¿qué nos dice la experiencia de discernimiento de Ignacio de Loyola y la propuesta de sus ejercicios espirituales? Son algunos de los interrogantes que intentan abordar los nueve primeros artículos de esta revista.
Las tres últimas contribuciones nos ofrecen materiales valiosos para nuestra reflexión. La Carta al Pueblo de Dios, de un gran numero de Obispos del Brasil, sobre la opresión que ha significado para el pueblo el manejo errático de las políticas públicas, con un comentario del P. Elio Gasda; el documento Humana Communitas de la Pontificia Academia para la Vida, del 22 de julio pasado, con un comentario introductorio del Prof. Juan Salvador Pérez y, finalmente, una breve reseña del libro Coronavirus: ¿una oportunidad ética?, publicado recientemente por el P. Tony Mifsud.
A todos los colaboradores nuestro agradecimiento.
P. Roberto Jaramillo, SJ
Presidente de la CPAL