Jesús sana a un ciego de nacimiento, 4to domingo de Cuaresma, Juan 9,1-41

Publicado el 22 de marzo de 2020

Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Palabra del Señor

 

COMENTARIO

 

Jesús sana a un ciego de nacimiento, 4to domingo de Cuaresma, Juan 9,1-41

También en la situación de hoy se pueden sanar nuestras cegueras:

  • La ceguera para Dios – El virus nos enseña que somos polvo; abramos los ojos para la presencia de Dios en nuestras vidas
  • La ceguera para el prójimo – El virus nos enseña que todos dependemos de los demás; abramos los ojos para el peligro y seamos solidarios evitando más contagios
  • La ceguera para la creación que estamos destruyendo – El virus nos obliga a vivir de otra forma; abramos los ojos y protejamos la creación

Sin luz nadie ve; Cristo es la luz del mundo que nos hace ver y nos da fe y esperanza

 

El evangelio de este domingo nos habla de un ciego de nacimiento. Cristo lo sanó haciendo lodo de su saliva y de tierra, aplicando el lodo a sus ojos, y enviando al ciego a bañarse en la piscina de Siloé. Se le abrieron los ojos al ciego y comenzó a ver. Creo que hoy, frente a la situación de la pandemia del corona-virus, Cristo puede sanar nuestras cegueras.

 

  • La primera sería la ceguera para la presencia y bondad de Dios, que a menudo es una ceguera que no reconoce nuestra propia fragilidad. Nos creíamos tan grandes y pensábamos que no nos hacía falta Dios. Ahora se ha puesto delante de nuestros ojos la fragilidad del progreso humano. La ciencia y tecnología, que pueden tanto (y que ojalá pronto encuentren una vacuna), no han podido evitar la pandemia que vivimos; más aún, la misma tecnología ha contribuido para que la pandemia se pudiera expandir en tiempo record en el mundo entero. Dejemos que Jesús unte nuestros ojos con el lodo. Somos polvo, al polvo volveremos. Bañándonos en la piscina de Siloé aprendemos a ver: Somos polvo, pero hay algo más, Dios es grande y bueno. Siempre hay esperanza, aquí y también más allá de la muerte.
  • La segunda ceguera es la ceguera para nuestros prójimos. Muchas veces hemos pensado yo puedo solo, o nosotros como grupo, organización o país podemos solos. Vivimos en una humanidad dividida por desigualdades e injusticias. Ahora vemos como uno depende del otro. La pandemia llegó a todos los países, grupos y clases sociales. No hubo muros ni leyes que lo impidieron.

Las medidas que se están tomando para que cada uno se quede en su casa, son medidas solidarias. No queremos contagiar a otros. Si no te doy un abrazo o un beso, no es porque no te quiera, o desconfiara de ti, sino para protegerte a ti, a mí y a los demás. Debemos cumplir estas reglas, para no poner a la ligera a otros en peligro. Los más débiles de salud, como las personas mayores, tienen que pagar las consecuencias, si otros no cumplen las reglas.

Somos un mundo, y ojalá que la solidaridad en el sufrimiento y la enfermedad que ha llegado a todos los países, nos llevará también a una solidaridad en compartir los bienes. Dejemos que Cristo cure nuestra ceguera, sin él hay oscuridad. Él es la luz del mundo; Cristo no es la luz de un grupo de privilegiados, sino la luz del mundo entero.

  • Lo tercero es la ceguera para la creación. Todos sabemos cómo estamos maltratando la tierra. Sabemos que debemos limitar la emisión de los gases que llevan a una catástrofe climática. Parece como si el virus fuera una venganza de la naturaleza. De repente se cancelaron los vuelos y los carros dejaron de circular en el mundo entero. La tierra está respirando y nosotros aprendemos a hacer reuniones virtuales. Ojalá que aprendamos que podemos vivir bien sin destruir la tierra que Dios nos ha dado.

 

Los discípulos le preguntaron a Jesús, si la enfermedad fue la culpa del ciego de nacimientos o de sus padres. Jesús contestó: Ni de él, ni de sus padres. Hay una ceguera que vive culpando a los otros y una ceguera que ve en la desgracia el castigo de Dios. Las víctimas mortales del virus no son más culpables que otros. Pero, Dios nos esté mandando un mensaje poderoso. Un mensaje que nos hace reconocer nuestras cegueras y nos enseña a ver. Ojalá que no lo hagamos como los fariseos que afirmaban que veían. No hay peor ciego que aquel que no quiere ver.

Jesús miró con una profunda compasión a aquel ciego, nunca se quedó indiferente ante el sufrimiento humano. Hoy también mira a nuestra tierra, mira a los enfermos, los hospitales, las estaciones de cuidados intensivos. También mira a aquellos que ya no pueden ganarse el pan de cada día. Cristo está donde la gente sufre. Así está hoy con los que sufren del virus y de sus consecuencias, en China, Italia, España y aquí. Llenos de confianza podemos dirigirnos a Él. Él es la luz del mundo, que Él nos ilumine y nos haga ver, y que aprendamos a amar y a servir cada día amando a la creación, a nuestros semejantes, sobre todo a los que sufren y están en peligro y a Dios.

 

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