Iguales, pero diferentes
Editorial de la Revista Raices
Año 6 No. 10, mayo 2019
… y la llamó “Vida”, porque será la madre de todo ser viviente. … y formó a “Adán”
con polvo de la “Adamah”, la “tierra fértil”. La Biblia nos describe la creación del
ser humano en su ‘doble’ vertiente: mujer y varón. ‘Adán’ y ‘Eva’ son modelos,
‘arquetipos’ de la humanidad. A cada uno se asocia, a través de su nombre, un don
específico. A la mujer, la Vida: dar, proteger, cuidar la vida; al varón, la tierra fértil:
arar, sembrar, cultivar la tierra. Son asociaciones no exclusivas. También la mujer
tiene vocación de trabajar y el varón también de proteger y cuidar la vida.
El simbolismo del relato del Génesis es denso. A Adán le falta una “ayuda adecuada”,
“que le corresponda”, un “ser igual”; si traducimos literalmente dice: “que está frente
a él”, “cara a cara” (Gen 2,18). Ningún animal puede llenar este vacío del hombre.
Necesita algún ser igual a él. Hermosamente, la Biblia describe cómo la mujer es
creada del costado del varón. De ahí no solo se deriva la igualdad del uno que está al
lado del otro, sino también la atracción mutua, la búsqueda y el anhelo de lo que le
falta a cada uno y que necesita como complemento: Es carne de mi carne… por esto
dejarán a padre y madre y serán una sola carne.
En un lenguaje gráfico, el segundo relato de la creación describe cómo todos los
animales se forman del barro de la tierra. También el ser humano es una obra de
alfarería. Pero, no todo es tierra; hay una dimensión divina en lo humano: Dios
sopló en su nariz aliento de vida. También la sexualidad tiene algo divino. Es más
que el instinto animal y la procreación de una vida nueva. Lo incluye, pero, es más;
apunta hacia el amor y la entrega mutua. El ser humano no encuentra su realización
en sí mismo: necesita darse para encontrarse. Masculinidad y femineidad son dones
para darse. Son formas de amor y reflejos del amor divino.
El papel de la mujer —y del hombre— en nuestro país ha cambiado rápidamente.
Ya la mujer no se ve relegada a la casa, la cocina y la crianza de los hijos. Cada
día tenemos más presencia de la mujer en el mundo educativo y laboral. En la
formación académica, las mujeres ya han rebasado a los varones. El papa Francisco
también insiste en la importancia de la mujer en el mundo laboral y “en los diversos
lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las
estructuras sociales” (EG 103).
La igual dignidad de varón y mujer, la llamada ‘equidad o igualdad de género’ es un
mandato bíblico: “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer,
ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). La salvación en Cristo
no conoce diferencia de raza, cultura, clase social o sexo. La reciente Exhortación
Christus vivit insiste: “El Sínodo [de los jóvenes] quiso renovar el compromiso de
la Iglesia contra toda clase de discriminación y violencia sexual” (CV 42). Cristo
enderezó a la mujer encorvada y fustiga la hipocresía del jefe de la sinagoga (Lc
13,10-17). La Iglesia tiene que comprometerse hoy por igual con la lucha por la
dignidad de cada persona humana.
Un sí incondicional a la equidad de género y a la educación en perspectiva de
género que promueva la formación integral de la persona, pero un no rotundo a
una ideología que quiere eliminar todas las diferencias. Judith Butler, en su obra
El género en disputa, afirma: “No hay ningún motivo para clasificar a los cuerpos
humanos en los sexos masculino y femenino a excepción de que dicha clasificación
sea útil para las necesidades económicas de la heterosexualidad…”. Sin embargo, un
mundo sin sexo y género, sin lo masculino y lo femenino, ¿no sería inmensamente
empobrecido?
El amor, en su tensión entre lo femenino y lo masculino, nos ha regalado las poesías
más profundas y las canciones más hermosas; ha sido la raíz de tragedias y comedias
antiguas y modernas, y sigue siendo el impulso creador para que la humanidad no
termine, sino que pase de una generación a otra. Miremos a las mujeres de nuestros
campos y barrios cómo siguen siendo defensoras de la vida contra viento y marea,
y lamentemos la ausencia frecuente de figuras paternas en la educación de los hijos.
La postura de la Iglesia hacia las personas que se definen como homo, bi o
transexuales tiene que ser la acogida, al ejemplo de Jesús, que “en un amor ilimitado
se ofrece a todas las personas sin excepción”. Esto no significa que haya que aprobar
ni aplaudir todo lo que hacen.
Deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su
tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto,
procurando evitar todo signo de discriminación injusta y particularmente
cualquier forma de agresión y violencia (AL 250).
El tema del ‘género’ ha sido discutido con mucha pasión. En este número de RAÍCES
tratamos de ver algunas dimensiones de este tema tan amplio y complejo de una
manera más calmada. Iniciamos con un texto de Ángela Cabrera que nos presenta el
actuar de la mujer en la Iglesia y nos introduce en dimensiones más femeninas y más
masculinas del ser humano redimido por Cristo, propugnando mayor integración
del “genio femenino”, siguiendo el pensar de Juan Pablo II.
Daniel Elías de los Santos ilumina la “ideología de género” desde el lenguaje,
instrumento tanto de comunicación para crear vínculos profundos como de
manipulación para defender intereses.
En unos prolegómenos para abordar la “ideología de género”, Ramón Alberto Núñez
nos recuerda que nunca se debe descartar el diálogo. Siempre hay algo que aprender
del otro. Esta apertura tiene que guiar nuestro encuentro con lo diferente, también
en el tema del género.
“Varón y mujer los creó”. Martin Lenk pregunta por las implicaciones de esta
afirmación bíblica para la antropología teológica. El ser humano es imagen y
semejanza de Dios, precisamente en su ser masculino y femenino.
El tema de género está también muy presente en el currículo educativo, tanto en el
oficial como en el “currículo oculto”. Elvis Rodríguez nos informa sobre la importancia
y la experiencia de una educación en perspectiva de género, y la necesidad de
educar en valores para una cultura de paz.
El rol de la mujer en la sociedad ha cambiado a lo largo de la historia. Rosa Fernández
destaca algunos hitos en este cambio y datos sobre la realidad de la mujer en la
sociedad dominicana de hoy.
Dedicaremos el próximo número de RAÍCES a la Palabra, un tema central de la
vida humana y de la fe, algo que parece insignificante, un soplo de viento, pero que
sabemos por experiencia que es poderosa: sana y hiere, destruye y edifica, juzga y
salva, crea, revela y redime. Queremos ver un poco más de cerca este tema, presente
de una forma especial en la Sagrada Escritura: la Palabra.