Iguales, pero diferentes

Publicado el 31 de mayo de 2019

Iguales, pero diferentes

Editorial de la Revista Raices

Año 6 No. 10, mayo 2019

 

… y la llamó “Vida”, porque será la madre de todo ser viviente. … y formó a “Adán”

con polvo de la “Adamah”, la “tierra fértil”. La Biblia nos describe la creación del

ser humano en su ‘doble’ vertiente: mujer y varón. ‘Adán’ y ‘Eva’ son modelos,

‘arquetipos’ de la humanidad. A cada uno se asocia, a través de su nombre, un don

específico. A la mujer, la Vida: dar, proteger, cuidar la vida; al varón, la tierra fértil:

arar, sembrar, cultivar la tierra. Son asociaciones no exclusivas. También la mujer

tiene vocación de trabajar y el varón también de proteger y cuidar la vida.

 

El simbolismo del relato del Génesis es denso. A Adán le falta una “ayuda adecuada”,

“que le corresponda”, un “ser igual”; si traducimos literalmente dice: “que está frente

a él”, “cara a cara” (Gen 2,18). Ningún animal puede llenar este vacío del hombre.

Necesita algún ser igual a él. Hermosamente, la Biblia describe cómo la mujer es

creada del costado del varón. De ahí no solo se deriva la igualdad del uno que está al

lado del otro, sino también la atracción mutua, la búsqueda y el anhelo de lo que le

falta a cada uno y que necesita como complemento: Es carne de mi carne… por esto

dejarán a padre y madre y serán una sola carne.

 

En un lenguaje gráfico, el segundo relato de la creación describe cómo todos los

animales se forman del barro de la tierra. También el ser humano es una obra de

alfarería. Pero, no todo es tierra; hay una dimensión divina en lo humano: Dios

sopló en su nariz aliento de vida. También la sexualidad tiene algo divino. Es más

que el instinto animal y la procreación de una vida nueva. Lo incluye, pero, es más;

apunta hacia el amor y la entrega mutua. El ser humano no encuentra su realización

en sí mismo: necesita darse para encontrarse. Masculinidad y femineidad son dones

para darse. Son formas de amor y reflejos del amor divino.

 

El papel de la mujer —y del hombre— en nuestro país ha cambiado rápidamente.

Ya la mujer no se ve relegada a la casa, la cocina y la crianza de los hijos. Cada

día tenemos más presencia de la mujer en el mundo educativo y laboral. En la

formación académica, las mujeres ya han rebasado a los varones. El papa Francisco

también insiste en la importancia de la mujer en el mundo laboral y “en los diversos

lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las

estructuras sociales” (EG 103).

 

La igual dignidad de varón y mujer, la llamada ‘equidad o igualdad de género’ es un

mandato bíblico: “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer,

ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). La salvación en Cristo

no conoce diferencia de raza, cultura, clase social o sexo. La reciente Exhortación

Christus vivit insiste: “El Sínodo [de los jóvenes] quiso renovar el compromiso de

la Iglesia contra toda clase de discriminación y violencia sexual” (CV 42). Cristo

enderezó a la mujer encorvada y fustiga la hipocresía del jefe de la sinagoga (Lc

13,10-17). La Iglesia tiene que comprometerse hoy por igual con la lucha por la

dignidad de cada persona humana.

 

Un sí incondicional a la equidad de género y a la educación en perspectiva de

género que promueva la formación integral de la persona, pero un no rotundo a

una ideología que quiere eliminar todas las diferencias. Judith Butler, en su obra

El género en disputa, afirma: “No hay ningún motivo para clasificar a los cuerpos

humanos en los sexos masculino y femenino a excepción de que dicha clasificación

sea útil para las necesidades económicas de la heterosexualidad…”. Sin embargo, un

mundo sin sexo y género, sin lo masculino y lo femenino, ¿no sería inmensamente

empobrecido?

 

El amor, en su tensión entre lo femenino y lo masculino, nos ha regalado las poesías

más profundas y las canciones más hermosas; ha sido la raíz de tragedias y comedias

antiguas y modernas, y sigue siendo el impulso creador para que la humanidad no

termine, sino que pase de una generación a otra. Miremos a las mujeres de nuestros

campos y barrios cómo siguen siendo defensoras de la vida contra viento y marea,

y lamentemos la ausencia frecuente de figuras paternas en la educación de los hijos.

La postura de la Iglesia hacia las personas que se definen como homo, bi o

transexuales tiene que ser la acogida, al ejemplo de Jesús, que “en un amor ilimitado

se ofrece a todas las personas sin excepción”. Esto no significa que haya que aprobar

ni aplaudir todo lo que hacen.

 

Deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su

tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto,

procurando evitar todo signo de discriminación injusta y particularmente

cualquier forma de agresión y violencia (AL 250).

 

El tema del ‘género’ ha sido discutido con mucha pasión. En este número de RAÍCES

tratamos de ver algunas dimensiones de este tema tan amplio y complejo de una

manera más calmada. Iniciamos con un texto de Ángela Cabrera que nos presenta el

actuar de la mujer en la Iglesia y nos introduce en dimensiones más femeninas y más

masculinas del ser humano redimido por Cristo, propugnando mayor integración

del “genio femenino”, siguiendo el pensar de Juan Pablo II.

 

Daniel Elías de los Santos ilumina la “ideología de género” desde el lenguaje,

instrumento tanto de comunicación para crear vínculos profundos como de

manipulación para defender intereses.

 

En unos prolegómenos para abordar la “ideología de género”, Ramón Alberto Núñez

nos recuerda que nunca se debe descartar el diálogo. Siempre hay algo que aprender

del otro. Esta apertura tiene que guiar nuestro encuentro con lo diferente, también

en el tema del género.

“Varón y mujer los creó”.  Martin Lenk pregunta por las implicaciones de esta

afirmación bíblica para la antropología teológica. El ser humano es imagen y

semejanza de Dios, precisamente en su ser masculino y femenino.

El tema de género está también muy presente en el currículo educativo, tanto en el

oficial como en el “currículo oculto”. Elvis Rodríguez nos informa sobre la importancia

y la experiencia de una educación en perspectiva de género, y la necesidad de

educar en valores para una cultura de paz.

El rol de la mujer en la sociedad ha cambiado a lo largo de la historia. Rosa Fernández

destaca algunos hitos en este cambio y datos sobre la realidad de la mujer en la

sociedad dominicana de hoy.

Dedicaremos el próximo número de RAÍCES a la Palabra, un tema central de la

vida humana y de la fe, algo que parece insignificante, un soplo de viento, pero que

sabemos por experiencia que es poderosa: sana y hiere, destruye y edifica, juzga y

salva, crea, revela y redime. Queremos ver un poco más de cerca este tema, presente

de una forma especial en la Sagrada Escritura: la Palabra.

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