El 16 de octubre la Iglesia celebra a Santa Eduviges, una madre de familia que junto a su esposo fundó monasterios y a la muerte de él, tomó los hábitos y siguió sirviendo a los pobres y enfermos.
Eduviges nació en Baviera (Alemania) en 1174. A los doces años se casó con el duque Enrique de Silesia de 18 años, quien heredó el ducado de su padre. Tuvieron siete hijos.
Ella y su esposo fundaron muchos monasterios. Él inició el Hospital de la Santa Cruz en Breslau y ella, un hospital para leprosas en Neumarkt, donde atendía personalmente a las que padecían de esta enfermedad.
La Santa acostumbraba ir a la Iglesia sin zapatos en medio de la nieve, pero llevaba el calzado en la mano para ponérselos de inmediato por si se encontraba con alguien.
Cuando murió su esposo, las religiosas lloraron mucho y ella las reconfortó diciendo: “¿Por qué os quejáis de la voluntad de Dios? Nuestras vidas están en sus manos, y todo lo que Él hace está bien hecho, lo mismo si se trata de nuestra propia muerte que de la muerte de los seres amados”.
Santa Eduviges tomó el hábito religioso de Trebnitz, pero sin hacer votos para continuar administrando sus bienes en favor de los más necesitados.
Dios le concedió el don de la profecía y de los milagros. Amó mucho a María Santísima y por ello llevaba siempre una pequeña imagen de la Virgen que le cabía en el puño.
Al morir, fue imposible quitársela de la mano y años después, cuando trasladaron su cuerpo, la encontraron con la imagen empuñada, y los dedos con los que la tenía, incorruptos.