El 5 de junio se celebra el Día Internacional del Medio ambiente. Se celebra desde 1974, cuando lo estableció la ONU, y pretende sensibilizar a la población mundial en relación a temas ambientales, intensificando la atención y la acción política. El día en que se celebra también es simbólico: un 5 de junio de 1972 dio comienzo la Conferencia de Estocolmo. Cada año es un país el anfitrión y pone de manifiesto un tema fundamental que debe tratarse, el año pasado fue China, que mencionó la importancia de luchar contra la contaminación del aire.
La activista Greta Thunberg cobró bastante relevancia a finales del pasado año por su reivindicación de los peligros y riesgos del calentamiento global, pero, irónicamente, su trabajo parece haber perdido fuerza debido a la crisis del coronavirus que ha tenido un gran impacto en el medio ambiente. Industrias gigantes y con gran poder de contaminación, como la china, tuvieron que frenar de golpe, (según los estudios se ha producido una disminución en las emisiones de CO2 de, al menos, un 25%) se han reducido millones de vuelos que operaban entre distintos países del mundo (en Europa se han cancelado el 90% de los vuelos respecto a 2019 según informa ‘BBC‘) y, debido al confinamiento, muchas personas han tenido que abandonar el coche durante algunos meses.
Aunque el coronavirus ha mejorado el impacto medioambiental, los expertos aseguran que esto es algo meramente temporal
«La naturaleza recupera lo que es suyo» hemos oído frecuentemente estos últimos meses. Con los humanos confinados debido a la pandemia, los animales parecen haber ido ganando terreno y nos han llegado noticias de todo tipo: jabalíes paseando tranquilamente por Barcelona, simpáticos delfines en las costas de Cagliari, en Italia, patos en París e incluso un puma por Santiago de Chile. Estas noticias que, por lo general, parecen traer cierta alegría en un periodo de tristeza, podrían no ser tan alentadoras como parecen. Muchos expertos se preocupan de que esto no sea más que un alivio temporal y que, cuando la crisis pase, volveremos a las prácticas que teníamos antes. Algunos apuntan que incluso podría haber un temido efecto rebote.
En los últimos 100 años varias crisis han significado una disminución de las emisiones de CO2 derivadas del uso del petróleo, gas y carbón. Así ocurrió durante la epidemia de gripe española, la Gran Depresión y el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero la caída más fuerte la ha causado el coronavirus en pocos meses. Muchos países como Estados Unidos o China tendrán que luchar por volver a los niveles de producción del pasado, para evitar la crisis económica que acecha, y lo más probable es que vuelvan a las antiguas y seguras prácticas, a los antiguos combustibles fósiles que tanto contaminan.
Medidas esperanzadoras
Pero no todo está perdido. En París, por ejemplo, se están habilitando 650 km de las denominadas “ciclovías corona”. En Milán se anunció un plan para reducir el uso de coches y priorizar a peatones y ciclistas, como respuesta a la crisis causada por la enfermedad. En nuestro país, la compañía Uber, para intentar avanzar hacia una movilidad más sostenible está pensando en un modelo en el que se combinen distintas alternativas de movilidad (patinetes, taxis, motos, bicicletas e incluso transporte público) para una vuelta a la normalidad segura y sostenible.
Otros proyectos a mayor escala también han comenzado a fraguarse.En Jordania, por ejemplo, el proyecto ‘Care to Reduce Marine Littering in Aqaba’ de Urbaser, compañía de gestión medioambiental, ha conseguido reducir la cantidad de residuos que se encuentran en la costa de Aqaba, gran reclamo para buceadores y que se suelen ver afectadas por la basura marina, y en Barcelona la misma compañía ha comenzado el ‘Proyecto Cubierta Verde’, un espacio de 400 metros cuadrados ubicado en la cubierta de un edificio en la ciudad condal que pretende conseguir un aire más limpio y ahorro energético. Pequeñas medidas que pueden ser útiles para el futuro, pues contra la destrucción del planeta, por ahora, no tenemos cura.