Revista Aurora. No. 13

Publicado el 1 de diciembre de 2020

“Nuestro futuro está marcado por dos amenazas contrapuestas: una repetición de la pandemia que nos obligue a retroceder otra vez, que es sólidamente probable mientras no existan vacunas generalizadas, y una crisis económica que pronostican como terrible y que, además, no será una de esas clásicas crisis del capitalismo que brotan por descenso de la oferta o de la demanda, sino una crisis nueva que nace de una parálisis de la producción. En cualquier caso, habría que procurar que no se resuelva como la pasada crisis del 2008, con esa fórmula criminal de austeridad para los más pobres y beneficios para los más ricos”. Con estas palabras inicia González Faus su artículo, mostrándonos sabiamente que de esta encrucijada mundial o salimos todos juntos o no sale nadie victorioso.
Esta verdad, que parece ya ‘de Perogrullo’, implica un cambio radical (verdadera metanoia) en la manera de relacionarnos con las cosas, los unos con los otros y con Dios mismo. “¿Hacia dónde se dirigen nuestros pies, nuestra mente y nuestro corazón?… Este clamor no acaba con el fin de la cuarentena, porque es el grito de los pobres que esperan liberación (cf. Is 61,1), es el grito que continúa hasta que consigamos un ‘buen vivir’; hasta que logremos ser una humanidad interconectada, interrelacionada, armonizada con todo el cosmos (cfr. LS 138)”, dicen las compañeras del colectivo “Mujeres haciendo teología”, y nos insiste el papa Francisco. En todos sus escritos, “Esto es posible con la voluntad, responsabilidad y compromiso de todas/os”, pero “lo bueno sería hacerlo por convicción” agregan.
Los pueblos indígenas del mundo son un ejemplo para nosotros, no sólo por la resistencia que han sabido tener secularmente ante amenazas tan o más graves que la actual pandemia, sino, ante todo, por las actitudes de resistencia y de persistencia (cuidado de la vida y del hábitat) que los han llevado a perdurar en el tiempo. “La visión occidental de los saberes tradicionales como ilegítimos ha sido un catalizador de la desigualdad en América latina”, y necesitamos superarla definitivamente, para incluir perspectivas bioculturales en el abordaje de la crisis sanitaria mundial, ya que la visión puramente epidemiológica parece ciega en muchas ocasiones (biopolítica) y, a todas luces: ineficiente e insuficiente (Obando). Es necesario activar liderazgos ciudadanos colectivos que no sólo exijan y controlen las acciones de los poderes públicos, sino que sean agentes propositivos de cambios eficaces (Jiménez). La vida religiosa está llamada a ser protagonista, junto con muchos otros, de ese proceso, pues lo ha sido a través de la historia, a veces para bien y otras para mal (Boff). Haciendo carne la parábola del Buen Samaritano, que el Papa Francisco desarrolla en el capítulo segundo de la encíclica Fratelli tutti, los cristianos, y particularmente las organizaciones religiosas, pueden ser hoy un “ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele (FT 67)” (Codina).
El virus sobrevino como un denunciante de que “producir para consumir, y con eso enriquecer siempre más a los dueños de producción, es el camino más absurdo que la humanidad puede seguir. Vivir sirve para vivir la vida como don de Dios. ‘Vivir para ser’, esto es,
para estar delante de Dios y de nuestros semejantes, a la luz de la muerte, que es el Amén (‘¡Si firme!’) que consagra nuestra vida para siempre, si fue consagrada a los que Él nos dio como compañeros(as) en el camino”, nos dice Konings en sus reflexiones “de compadre”. Denuncia que cuestionan y cualifican las reflexiones de Moscato y Casasola invitándonos a recrear el mundo y nuestras prácticas habituales, esta vez en el área de la educación y la pedagogía: “¿Qué pasará cuando la pandemia se marche? … ¿Volveremos al antiguo régimen didáctico? ¿Implementaremos nuevos recursos para potenciar el aprendizaje en nuestros estudiantes? ¿Trabajarán las instituciones educativas en la creación e implementación de tecnologías educativas para facilitar la enseñanza y el aprendizaje, o volverán a sus zonas de confort tradicionalistas? …o bien retomamos un tradicionalismo didáctico, monótono y unidireccional, o bien, empezamos a implementar nuevos recursos didácticos con apoyo tecnológico para facilitar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Es importante reconocer el dinamismo cognitivo que caracteriza al ser humano. Los estudiantes cuentan con muchas habilidades cognitivas que no son potenciadas,
y muchos otros ocupan que les orientemos hacia la adquisición de estas habilidades fundamentales para un aprendizaje activo” (Casasola). Si la Educación “es el antídoto para la cultura individualista”, como dice el Papa en su discurso al lanzar el Pacto Global por la educación, esta educación que soñamos no puede ser la misma de antes envasada en moldes modernistas.
¡Otra educación tiene que ser posible! Y es necesaria.
Termina nuestra revista -ahora mensual- con un gran artículo de Rosa Cañete y cols.; contribución que nos fue ofrecida por ella en los primeros meses de la pandemia. «Hemos querido editarlo en esta oportunidad porque continúan vigentes los propósitos y pistas que arrojaba su análisis -en aquel momento prospectivo- de las causas del macro caos que produjo este “diminuto bicho” continúan vigentes. En algunos lugares, la primera ola ya pasó y ahora están pendientes del rebrote; en la mayor parte de América Latina no hemos salido todavía de esa primera ola y el rebrote se espera con más miedo, porque las causas estructurales
que potencian y multiplican los efectos del COVID-19 siguen en mora de ser enfrentadas.
¡Buena lectura!
Roberto Jaramillo, S.J. Presidente de la CPAL

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