San Alfredo, también conocido como “San Alfredo el Grande”, fue rey de Wessex -uno de los siete reinos que integrarían el futuro reino de Inglaterra- desde 871 hasta 899, año de su muerte. Alfredo se hizo célebre por defender su territorio en contra de la invasión de los vikingos, pero también por su espíritu caritativo y justo. Por esas razones se le llama “Magno” o “Grande”.
San Alfredo nació en el año 849 en Berkshire (Inglaterra). Fue el hijo menor de Ethewulf, rey de Wessex, quien murió cuando Alfredo tenía nueve años. El hermano mayor del Santo asumió el trono pero murió dos años después; luego lo hizo el segundo de los hermanos, y luego el tercero, Etelredo I.
Tras la muerte de este en batalla, Alfredo asumió el trono e inició su carrera pública y militar, reorganizó las tropas sajonas y la caballería, derrotando finalmente a Guthrun el Viejo, monarca de los vikingos daneses.
De esta manera, Guthrun se vio obligado a aceptar el tratado de Westmore en 878, por el que los vikingos debían abandonar Wessex e instalarse en los antiguos territorios de Essex, East-Anglia, Lindsey y Mercia, formando la región conocida como Danelaw. Si bien es cierto que Alfredo cedió algunos territorios garantizó la paz y la protección para su reino.
San Alfredo fue un hombre culto y educado, preocupado por la educación de sus súbditos. Fue un promotor de la educación y difusor del cristianismo. Al mismo tiempo introdujo reformas legales orientadas a mejorar la administración de la justicia. Una de sus preocupaciones fue que esta fuese dispensada sin miedo y sin favoritismos. Además, se preocupó por la restauración de las edificaciones de Wessex, muchas de ellas dañadas por las constantes invasiones de los bárbaros del norte.
San Alfredo mandó construir nuevos monasterios y renovó aquellos que habían sido derruidos. Asimismo, como parte de su empresa educativa, convocó a ilustres intelectuales de otras tierras como el Arzobispo de Canterbury, San Plegmund, o al Obispo de Mercia, Wetfrith; al monje benedictino San Grimbald; al abad Juan el Viejo Sajón; al cronista Asser; y al filósofo Juan Escoto Erígena entre otros.