15 aforismos que yo hubiera querido saber a los 15 años de edad (reglas de oro ignacianas)

Publicado el 2 de julio de 2019

He tenido una vida genial como jesuita, habiendo trabajado antes de eso en la industria de las computadoras e, inicialmente, como agricultor en mi lugar de origen en Fermanagh. Los conocimientos más valiosos han venido de la capacitación ignaciana que yo he recibido, cómo reflexionar acerca de la experiencia y cómo tomar buenas decisiones. Mirando hacia atrás desde esta perspectiva, le escribo ahora a mi propio yo de 15 años de edad, una mezcla caótica de ideas, impulsos y deseos, en cuanto a lo que he encontrado como «reglas de oro» útiles a lo largo de mi vida. (Referencias ignacianas entre paréntesis)

No existen los errores en la vida, solo las lecciones.

No hay malas experiencias, lo único que hay son oportunidades para reflexionar y para crecer. La práctica de la reflexión, el mirar los eventos pasados (reconsiderar) con compasión, nos permite observar lo que estaba sucediendo y aprender de ello. Calificar o etiquetar las experiencias como ‘malas’ o ‘desastrosas’ no ayuda, ya que nos aleja de ellas y al fin de cuentas no aprendemos nada. Algunas de las oportunidades de aprendizaje más grandes de mi vida han sido experiencias que inicialmente me resistí a aceptar o de las cuales pensé que eran terribles, por ejemplo, el dolor por la pérdida de uno de los progenitores. Tenemos que enfrentar con valentía las situaciones inesperadas (no invitadas) y superarlas, por ejemplo, comprender el proceso de duelo como una forma de superar el dolor y, luego, irónicamente, esto nos permite ayudarles a los demás. Verlas desde una perspectiva más amplia pone al descubierto su verdadero sentido como pasos dados a lo largo del camino. (Dios está en absolutamente todo, especialmente en los aparentes fracasos complicados y desagradables)

La vida se trata del viaje, no del destino.

Recuerdo que un viejo fraile me dijo que la gran mayoría de la gente se propone a tener un propósito o una meta: el éxito, el dinero, la fama, etc.; pero luego ese propósito u objetivo se convierte en encontrarle sentido a la vida y en hacer algo importante que le ayude al mundo. Exactamente así fue mi experiencia trabajando en la industria de la computación, donde con rapidez conseguí todas las posesiones materiales y la posición social que pensé que deseaba, pero fue una experiencia asombrosamente vacía y eso dio lugar a una búsqueda de mi verdadera vocación como sacerdote. En el fondo, en su esencia, esto destaca o resalta que cada uno de nosotros tiene algo único que ofrecer y que la felicidad consiste en trabajar con esto por los demás. Aunque, a menudo, hay muchos callejones sin salida en este camino de descubrimiento. (Dios se encuentra en nuestros deseos más profundos, no en los superficiales)

La felicidad es un trabajo interior.

Nuestra cultura suele estar tan centrada en las trampas del éxito, la riqueza y el consumismo que la gente joven a menudo tiene la idea de que la vida se trata de cosas externas. Se trata de tener: un trabajo, un automóvil, un compañero, posesiones, una casa, un cuerpo hermoso, un tatuaje, etc. Sin embargo, visto desde cualquier estándar -ya sea espiritual o humano- esta es una receta segura para la vida poco profunda y para la infelicidad. Estas cosas no llenan el corazón humano ni le brindan ningún grado de satisfacción, por mucho que sus virtudes sean elogiadas, aplaudidas y aprovechadas por todos los medios posibles de mercadeo y publicidad. El viaje interior, sentirse en casa con uno mismo, no aferrarse demasiado a las cosas y practicar el amor desinteresado y la compasión son mucho más difíciles; pero, en última instancia, mucho más satisfactorios. (Usemos las cosas del mundo solo en la medida en que nos traigan a Dios)

Lo perfecto es el enemigo de lo bueno.

En la Espiritualidad ignaciana se explica el espantoso dilema de la vida que dice que la perfección y el idealismo, aunque parezcan cosas buenas, a menudo pueden llevar a la desilusión y la desesperación. Lo que comienza como un bien aparente, el querer lo mejor, al final termina siendo el ideal inalcanzable por el cual nos golpeamos a nosotros mismos y por el que agonizamos para siempre debido a su inaccesibilidad. El traer estos conceptos a la tierra y examinarlos a la luz de las posibilidades humanas es una forma mucho más productiva de progresar. Comenzar desde la realidad actual y resolver gradualmente los pasos que siguen es la forma en que se recorre el viaje. Hacerse la pregunta: “¿es esto realmente bueno? O ¿a dónde me lleva esto?”, es crucial, para no aceptar simplemente como válidos el idealismo seductor y la perfección inalcanzable. Por supuesto, el extremo opuesto tampoco es útil: aceptar simplemente el status quo e ir a la deriva o vivir sin rumbo. El hecho es que, normalmente hay una tercera opción, o una vía intermedia, que enhebra una trayectoria entre los extremos. (El mal espíritu se aparece como un ángel de luz)

Comparar y perder la esperanza.

Recuerdo que me sorprendió cuando un jesuita estadounidense citó esto en un proyecto con jóvenes que estábamos liderando. Compararnos con los demás y medirnos externamente es una parte tan importante de la vida contemporánea que ni nos damos cuenta de cuánto lo hacemos ni, en última instancia, de lo dañino que es. Es sólo mirar todas las revistas, programas de televisión, anuncios, ‘reality shows’ y páginas web de gente famosa que generan una urgencia compulsiva de observar y seguir la manera en la que viven los demás. Lamentablemente, todo esto puede crear ansiedad, insatisfacción real e incluso envidia, al comparar nuestros propios estilos de vida. Esa es una receta que garantiza el desastre, ya que compararnos con los demás siempre va a poner al descubierto que al parecer los demás están en mejor forma y son más fuertes, más rápidos, más inteligentes, etc. (y nunca tardan en ofrecer consejos de estilo de vida). Puede exigir gran valentía no ir allí ni caer en esa trampa seductora, pero cualquier felicidad real reside en una evaluación humilde de las propias fortalezas y habilidades, especialmente en que hay algo único y con talento que me señala el camino de cómo puedo ayudar a lograr un mundo mejor. (La libertad real consiste en vivir desde nuestro propio ser verdadero o más profundo).

Para resistir las inevitables tormentas, construye tu casa sobre la roca, no sobre la arena.

Construir es un trabajo fuerte que puede parecer aburrido o inútil, pero se convierte en un ejercicio importante en medio de una crisis. Equivale a tener una reserva de resiliencia para resistir en tiempos de tormenta; es como tener buenos consejos de salud emocional y mental o practicar técnicas espirituales de meditación, reflexión y concientización. Todo esto es crucial para lograr una perspectiva durante los inevitables eventos traumáticos y para poder lidiar con las emociones volátiles. El hecho es que, con el tiempo, las tormentas y las crisis llegarán a tu puerta y pondrán a prueba estructuras que construyen tu vida.

En consecuencia, las temporadas de buen tiempo se deben utilizar para crear una reserva y para colocar estructuras que te ayuden a superar los tiempos difíciles. Construir sobre la arena o no prepararse en absoluto va a tener consecuencias graves si las cosas se ponen difíciles. Los recursos internos, la preparación, el buscar apoyos cunado se necesitan y el conocimiento de uno mismo tienen un inmenso impacto positivo. (Almacena la consolación para cuando te llegue la desolación; no te sientas tentado a deshacer las buenas decisiones cuando las cosas se te pongan difíciles)

Florece donde estés plantado.

Al parecer, uno de los mayores autoengaños psicológicos es el truco mental: «si no estuviera aquí, esto no me estaría sucediendo». Toda la energía y el pensamiento falso que conlleva el deseo de que las cosas fueran algo diferentes es un desperdicio, un derroche, y no ayuda para nada con la tarea que tienes que resolver. Es seductor imaginar que las cosas pudieran ser diferentes, pero es una trampa real en la medida que busca escaparse de la realidad en vez de comprometerse con ella o enfrentarla. La respuesta es aceptar la realidad dónde te encuentras, aceptar que la realidad nunca va a ser ideal y que hay opciones y decisiones que se deben tomar. Recuerdo cuando me enseñaron como Boy Scout que siempre hay lo suficiente en mi entorno para resolver el problema. Por lo tanto, en lugar de desear que las cosas fueran diferentes, echa una mirada a tu alrededor y busca qué puedes usar. El camino tiene su propia formulación de esto: el Camino provee. (Estás caminando sobre tierra santa si tienes el ojo para verlo)

Cuidado con soluciones como una fórmula mágica o una bala de plata.

En mi trabajo como director espiritual y escuchando a la gente hablar sobre sus vidas, escucho a menudo sobre la búsqueda ilusoria de la «bala de plata» o el ingrediente mágico que repentinamente va a resolver todos los problemas de la vida. Las películas de superhéroes, la publicidad explotadora y el sensacionalismo barato de la televisión a menudo alimentan esta fantasía. Desafortunadamente, a menudo esto puede resultar en una adicción a sustancias psicoactivas, en personalidades unidimensionales o en charlatanería. La idea de que una cosa en particular, si pudiéramos encontrarla, marcaría toda la diferencia, tiene un poderoso control sobre la imaginación de la gente, ya que en el Internet abundan las soluciones «inmediatas» y las pociones milagrosas.

Para la mayoría de nosotros los humanos, sin embargo, la realidad es más mundana y está basada en procesos: tenemos que aplicarnos en diferentes niveles (físico, emocional, educativo, social, espiritual, etc.) por medio del esfuerzo y del compromiso a través del tiempo con otras instituciones que constan de otros seres humanos. Esto podría ser: estudiar para una certificación, entrenar por un objetivo, emprender un curso de terapia, comprometerse a orar o meditar regularmente. La iluminación instantánea o la conversión del ‘camino de Damasco’ desaparece a menudo sin apoyo, sin ayuda y sin esfuerzo, ¡incluso el mismo San Pablo pasó 10 años después de caerse del caballo antes de convertirse en discípulo! (Dios normalmente no aparece en los milagros sino a través de procesos humanos; de milagros ‘cotidianos’)

El miedo no es un buen consejero.

El miedo, la ansiedad y la preocupación son una parte normal de la constitución humana y a menudo su presencia es un hecho; pero lo que nos define es la forma en que lidiamos con ellos. En nuestro mundo posmoderno existe una tendencia a priorizar las emociones por encima de todo lo demás (‘si se siente bien, hazlo’), y aunque a menudo esto funciona bien, hay algunas fallas obvias relacionadas con ser abrumado por una emoción repentina. La más obvia para las personas con tendencia a tener miedo es canonizar o reverenciar esa emoción de manera que domine toda toma de decisiones. Por supuesto, hay una reacción opuesta comprensible que nos ve anular todo miedo y comportarnos de manera imprudente. El punto es que ambos están motivados por el miedo y la falta de equilibrio: el miedo puede ser un indicador útil para ser cauteloso con respecto a alguna empresa, pero llevado al extremo es paralizante e inmovilizador. La mejor fórmula podría ser «sentir el miedo y, de todos modos, hacer lo mejor». (Ten la valentía de implementar tus mejores decisiones)

Pedir ayuda es la mayor sabiduría.

Con la complejidad y la presión del mundo contemporáneo, hay una tendencia a mantenerlo todo al interior, como tratando de mantener cerrado un saco lleno de micos que, finalmente, se escapan. Personalmente, he visto la devastación que una emoción sin procesar puede causarle a una persona. Hoy en día, sin embargo, un aspecto positivo de nuestra sociedad es que hay una variedad de ayudas disponibles: desde médicos hasta consejeros y terapeutas de todo tipo. No todo es de igual valor y se requiere cierta prudencia, pero el alivio de poder descargarte o desahogarte con otro ser humano de confianza en un espacio seguro es enorme. A menudo, los obstáculos son el orgullo, la independencia y el temor de ser visto como débil o como si necesitaras ayuda. La sabiduría ignaciana tiene una regla de oro muy útil: debes actuar deliberadamente contra esos impulsos negativos que nos impiden conseguir la ayuda adecuada. El truco consiste en buscar ayuda y apoyo para ti mismo de forma deliberada y activa; es la mayor sabiduría, y hace que la vida sea mucho más llevadera. (Dios está en lo que es real, en la acción genuinamente humana)

Tu viajas por el mundo en busca de lo que deseas y, luego, regresas a casa solo para encontrarlo allí esperándote.

Recuerdo que cuando era un adolescente quería alejarme de mi educación campesina y agropecuaria irlandesa, sentía que eso no era nada sofisticado y que no era algo admirable. Imagina mi sorpresa después de haber viajado literalmente por todo el mundo y regresar a casa para finalmente apreciar esas mismas cosas que desprecié. Mis recuerdos de la cosecha de verano y la belleza de estar en la naturaleza me han servido en términos de 1.000 homilías como sacerdote, algunas historias inigualables sobre el drama de la agricultura y la exquisita solidaridad de la familia y la estrecha colaboración para ganarse una vida en común. Comencé a darme cuenta de que otros no habían tenido esas experiencias ni las innumerables habilidades y conocimientos que yo adquirí en el campo. Es extraño que algo tan mundano se convierta en algo tan sublime; todo el mundo tiene algo que ofrecer. (Ven a casa por ti mismo y por la belleza que está dentro de ti)

No hay posibilidades ilimitadas sino, más bien, posibilidades dentro de los límites.

Cuántos lemas deportivos y motivacionales he escuchado que exponen la filosofía de que no hay límites, mientras que en mi vida he descubierto que sí hay límites. Por ejemplo, cuánto tiempo puedes permanecer despierto, caminar, andar sin comer, trabajar duro, etc. De hecho, ha sido fundamental para mí aprender los límites de mi cuerpo y cómo actuar de una manera armónica con su estructura y con las señales inherentes de advertencia.

He descubierto que puedes hacer muchísimo si cubres las bases del sueño, la comida, el descanso y el apoyo. De hecho, tener un sentido del equilibrio y la perspectiva me ha sido increíblemente útil y me ha facilitado lograr algunos objetivos importantes de peregrinación (caminar el Camino): colaboraciones, proyectos y amistades significativas. Mi pasión: caminar el Camino, es un «juego a largo plazo», un proceso de aprendizaje y el Camino es un verdadero maestro de la humildad y del respeto por los límites. ¡Escuchar a la gente- jactarse de que van a caminar el doble de tiempo y a batir el ‘record’ (sobre todo gente joven) nunca deja de divertirme al perciir que yo mismo lo pense´y lo dije alguna vez y, ahora, veo la locura del orgullo! (Encuentra un sentido de equilibrio y de proporción en todas las cosas)

La hora más oscura es antes del amanecer.

Naturalmente queremos que las cosas nos resulten fáciles y además, si es posible, evitar el dolor. Irónicamente, algunas de las experiencias más difíciles de mi vida han sido las más dolorosas, pero también (de una manera paradójica) las más gratificantes: renunciar a mi trabajo remunerado por semana en el campo de la tecnología (IT) para unirme a los jesuitas, adaptarme a la vida caótica pero al mismo tiempo maravillosa en América del Sur, la curación al caminar Camino en memoria de mi difunto hermano. En cada uno de los casos, las cosas empeoraron antes de mejorar. Lo que en realidad me ayudó fue un artículo que leí en Colombia sobre el proceso de integrarte a otra cultura.

De una manera ingenua, todos asumimos que las cosas van a mejorar con el tiempo, una progresión lineal, pero en realidad es una curva en forma de ‘U’. Hay un período inicial de luna de miel en el que todo parece maravilloso, luego las diferencias comienzan a disminuir, con el tiempo, querrás rendirte e irte a casa porque es muy difícil (la parte inferior de la curva), pero si puedes esforzarte para alcanzar y hacer el esfuerzo de integrarte, las recompensas son enormes en términos de aprendizaje, supervivencia y prosperidad. Este mismo patrón parece ser válido para casi cualquier proceso humano de cambio: las cosas empeoran antes de mejorar (este es también el proceso espiritual a veces llamado ‘la noche oscura’ o ‘el Camino de la Cruz’). Comprender este proceso ayuda mucho en términos de saber qué esperar, cómo prepararte de una manera acertada y, lo que es aún más importante, cómo manejar en tiempos realmente difíciles, para que puedas lograr ver la luz al final del túnel y experimentarla. (Tienes que pasar por la experiencia de la Cruz o de la Pasión para apreciar la luz)

Cree en algo más grande.

Como era de esperar, inevitablemente, mucho de esto se reduce a cómo te ves a ti mismo, al mundo y a algún tipo de plan divino. Ciertamente, las religiones tienen sus defectos y los ejemplos de fracaso institucional nunca fueron tan obvios ni tan catastróficos. De lo que estoy hablando es de una experiencia personal, una red de significados y de sentido de la vida que explica las tragedias y las alegrías de la vida, y le da sentido a nuestras acciones. De lo contrario, como afirman los existencialistas, todo es inútil.

Sin embargo, he descubierto que hay una capa de significado / sentido accesible a través de la oración y de la reflexión sobre la experiencia; una experiencia que pone al descubierto y muestra un camino claro, que hace caso omiso del ego presumido o pretencioso, y que quiere ayudar genuinamente a la gente y al mundo. Hay una conexión esencial entre nuestras vidas internas, el amor divino y el ser un instrumento del amor en el mundo. El consumismo y el materialismo son, en última instancia, vacíos e insatisfactorios, ya que subestiman a la humanidad y promueven el egoísmo crudo. Hay otra manera de vivir. (Confíate a un poder superior; abandónate, libérate del ego)

Permite que la vida te enseñe.

Probablemente el dicho más abarcador de todos, el más amplio y extenso, es este que recoge elementos de todo lo anterior. Hay una energía o fuerza esencial en la vida misma (algunos llaman a esto lo divino o Dios) que es fundamental para la vida humana y para la prosperidad. Si bien hay muchas ideas, incluso ideologías, sobre cómo vivir y sobre lo que es importante, no hay forma de escapar de los caprichos y desafíos de la vida real. Con frecuencia, lo que nos define es cómo juegas las cartas concretas que te reparten, las limitaciones de personalidad, los genes, el temperamento, la familia, las circunstancias, etc. Puede ser también una actitud de amargura o gratitud sobre la situación en que te encuentras y cómo te involucras con las opciones que tienes disponibles. No se pueden negar las injusticias sociales y culturales, sin duda tienen una gran influencia; pero hay una opción siempre abierta sobre cómo abordamos los problemas y las oportunidades.

Las respuestas se encuentran a menudo en la complicada y, frecuentemente, compleja realidad en la que nos encontramos. El Papa Francisco dice que ‘Dios está en lo real’, que Dios está inmerso y comprometido en el meollo de la vida y, aunque escapar a la fantasía es una opción, no es ahí donde están las respuestas. A menos que seas tan rico y poderoso que estés libre de las restricciones normales (aislado de la realidad), la mayoría de las personas tienen que lidiar con ventajas y desventajas, elementos negativos y positivos, que ofrecen desafíos y oportunidades. La vida nos prueba presentándonos dilemas y crisis que nos obligan a profundizar y tratar de discernir el mejor camino en medio de los obstáculos. Aunque hay mucho en juego y aunque las consecuencias son tan reales como inminentes, hay normalmente un camino mejor y la esperanza es la luz que nos guía. (Dios está con nosotros en este lío)

SOBRE EL AUTOR: Brendan McManus SJ, nacido en Fermanagh, trabaja en el área de la espiritualidad y el acompañamiento espiritual. El es el autor de El Camino de la Redención: Duelo en el Camino, una reflexión personal muy elogiada sobre la curación y la recuperación. Se trata de la experiencia de Brendan en la peregrinación por el Camino como parte de su intento o proceso por aceptar el suicidio de su hermano.

*Trad. Mauricio Jaramillo para www.jesuitas.lat

Fuente: www.jesuit.ie

 

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